Este artículo no pretende ser un informe más con números y estadísticas desalentadoras y confusas, es todo lo contrario.
Cansada de esquivar día a día el frío resumen de personas que ya no están y de nuevas que sufren a causa de este virus, hoy decidí enfocarme en los recuperados.
A la fecha son nada más y nada menos que 205.697 los recuperados en Argentina y para ser más precisa me voy a centrar en un recuperado en especial, mi Papá.
Aislamiento Social y Mental
A estas alturas no hace falta explicar que es el famoso Coronavirus, ni detallar hace cuantos días estamos de Cuarentena.
Ni siquiera explicar la cantidad de síntomas que te pueden hacer sospechar o traumar de que tenes este virus.
Y para ser sincera, desde que comenzó todo este tema yo elegí no mirar más la tele, ni las noticias, ni siquiera hablar con otras personas de todo lo que estaba pasando a nivel mundial y mucho menos en mi país.
Me cerré por completo a toda clase de información toxica que pudiera recibir, como si así solucionara por arte de magia todo lo que estaba pasando ahí afuera.
Nos pidieron aislarnos socialmente y yo decidí aislarme de la realidad.
Pero como bien se sabe, las cosas empiezan a importarte cuando vos sos la afectada o le toca a alguien muy cercano y es ahí cuando te das cuenta que tendrías que haber prestado más atención a lo que pasaba a tu alrededor o tener más empatía con los demás.
COVID-19 Positivo= Realidades Negativas
Fue así, como hace un mes me enteraba de que mi papá era positivo de COVID-19, y toda la realidad que venía ignorando por completo me dio tremenda cachetada, mis días grises sin sabor se volvieron oscuros y amargos, y esa pequeña luz de esperanza y fe que tenía guardada dentro de un botiquín de urgencias en algún rincón de mi ser, por fin tenía un motivo para ser utilizado.
Lo primero que sentí fue rabia, porque mi papa se contagio dentro de un geriátrico estando aislado desde marzo y por sobre todo donde tuvimos que aguantarnos las ganas de verlo y abrazarlo justamente para protegerlo y aun así se contagio.
Luego la culpa me invadió por completo, por todas esas llamadas que no me sentí preparada para hacer, porque me hacia mal llamarlo y emocionalmente sentía que no le iba ayudar en nada escucharme con un nudo en la garganta y decirle que todo pronto volvería a ser como antes porque ni yo me lo creía.
Ahora teníamos que resignarnos a recibir ese único llamado al medio día del hospital, donde lo trasladaron para hacerle el tratamiento correspondiente y donde no teníamos ninguna posibilidad de comunicarnos con él.
Y por sobre todo teníamos que lidiar con ese miedo aterrador de que tal vez ya no lo volveríamos a ver.
Papá 2 /Coronavirus 0
Mis hermanas estaban devastadas y superadas por la situación, y yo que tanto venia anestesiada sobre lo que pasaba, decidí pensar en positivo y confiar en la fortaleza que mi papa siempre tuvo.
Porque les tengo que contar que mi papa ya había superado una batalla enorme con un ACV hace cinco años y a pesar de dejarlo en una silla de ruedas y sin poder hablar, mi papa no dejo de luchar ni un solo día desde aquel entonces.
Siempre alegre con una sonrisa, continuo valorando esa segunda oportunidad que la vida le regalo, era injusto que un virus del otro lado del mundo le arrebate esas ganas de vivir.
Los días pasaron lentamente, la angustia se instalo, la incertidumbre nos abrazaba cada noche, la resignación fue nuestra mejor compañía, las diferentes creencias de mis hermanas y mía unieron fuerzas, la fe nos murmuraba al oído.
El deseo de volver a ver a nuestro papá se volvió nuestro mayor anhelo y la fortaleza para poder continuar con la espera y al mismo tiempo no descuidar a nuestras respectivas familias sin volvernos locas en el intento.
Finalmente a los quince días de completar el tratamiento, de hacer frente a cualquier complicación que el virus podría causar en él, a pesar de no estar bien alimentado, ni cuidado, ni siquiera medicado correctamente con sus remedios de rutina.
Con la angustia de no saber donde lo iban a llevar después, sin poder vernos ni escucharnos, mi papa venció el virus y fue dado de alta.
Prevención y Paranoia
Si bien mi papa ya estaba recuperado, aun podría trasmitirnos de alguna manera la enfermedad, por ende los doctores recomendaron seguir tomando las medidas de prevención y continuar con unos días más el aislamiento, pero esta vez desde mi casa.
Asumiendo la responsabilidad de lo que eso significaba decidimos con mis hermanas de que traerlo conmigo sería lo mejor.
Con un montón de valentía, totalmente decidida y con el corazón apretado me despedí de mi hijo por unos días dejandolo al cuidado de mi mama.
Y comenzamos a preparar la habitación de mi papa con todas las medidas sanitarias correspondientes que sinceramente no había leído hasta ese entonces.
Me llenaron de bidones de lavandina, alcohol, alcohol en gel, en aerosol, en toallitas y en todas las versiones que surgieron en estos últimos meses. Guantes, barbijos, y hasta esa mascara de plástico que apenas me la puse se empaño toda y no veía nada. Un intento de piloto, protector, bata amarilla que ni siquiera me entro.
Bolsas de residuos a bulto, alimentos y todo lo que podría llegar a necesitar en estos días para tener todo bajo control, pero se olvidaron un detalle.
No me dejaron nada para controlar la obsesión de tener todo limpio, la paranoia de sentir que me olvide de desinfectar algo, el desvelo de las primeras noches por miedo a quedarme dormida y no escuchar cuando papa me llame, como controlar las ganas de abrazar a alguien que amas y no ves hace meses, tenerlo ahí frente a vos pero tan lejos al mismo tiempo, como superar verlo débil y tener que ser vos la fuerte que lo ayude a levantarse de nuevo.
Las enfermeras del año
Te pueden llenar de consejos y recordatorios de todo lo que tenes que hacer y evitar, pero llega un momento en que tanto alcohol y lavandina te funde el cerebro y ya no sabes:
- Si tocaste lo que desinfectaste o desinfectaste lo que tocaste.
- Si corriste lo suficientemente lejos cuando papa tocio sin querer en tu cara sin barbijo.
- ¿Realmente tiraste suficiente alcohol a las sabanas y ropas?
- Si la lavandina es solo para las superficies, ¿ Por qué bañaste de lavandina a tus hermanas cuando vinieron a ayudarte en lugar de alcohol?
- Después de bañarte y quitarte toda la ropa al salir de la habitación a la noche, tu papa te vuelve a llamar una vez más, y no saber si tenes que volver a cambiarte todo otra vez y volver a empezar.
- Cuando papa rechazo la taza de leche y en ese querer probar un traguito, te das cuenta que tomaste de la misma taza que no podías, y pensar si tirar todo el café o dárselo, o tomarte un trago de alcohol de la desesperación, salir corriendo de la pieza con los guantes puestos que deberías de haber tirado en el tacho que está dentro de la pieza, volves pero ya habías salido y al entrar tu papa sigue esperando el desayuno, vos ya te volviste loca cien veces y ya no sabes ni por qué saliste corriendo.
- Tirar cada uno de los barbijos descartables y siempre encontrar uno en uso en algún lugar de la casa que ni siquiera sabes por qué llego ahí.
- Lavarme las manos con guantes y sin guantes por si las dudas, y desinfectar la canilla y dudar de si el desinfectante estaba desinfectado al agarrarlo.
Nuevo trauma desbloqueado
Tanto quilombo y mareo con el protocolo, para que al final del día cuando al fin podes descansar, se te escape un estornudo, empieces a toser, la respiración se dificulta, no sientas olores ni gustos y la temperatura empieza a subir.
Tu mente se activa en modo coronavirus al instante, olvidando por completo que sos alérgica hace 32 años, que respiras por la boca, no tenes olfato ni gusto desde que naciste, dejaste la estufa prendida y que probablemente te acostaste con el barbijo puesto y eso te está quitando el aire.
Después de la tormenta siempre viene la calma
Puede ser que ahora tome con humor e ironía todo este tema, pero es porque en mi caso hubo un final feliz.
Hoy día disfrutamos de mi papa, lo abrazamos, lo besamos, tratamos de mimarlo al cien por ciento y celebramos su vida a cada instante.
Agradecemos al Universo, a Dios, a Buda, a la Virgen, a los Doctores, al Destino por darnos la oportunidad de disfrutar de su amor, aprender de su fortaleza, admirar sus ganas de seguir adelante, y motivarnos con sus luchas ganadas.
Tratamos de heredar un poquito esa fuerza que lo hace superar cada obstáculo que la vida le pone en frente. Hoy lo admiramos profundamente y lo amamos más que nunca, estamos en la calma, superamos nuestra tormenta.
Pero hay una realidad ahí afuera y por más que evitemos escucharla, o tengamos esa necesidad de romper la cuarentena, de no coincidir con el gobierno en cuanto a sus reglas, de tener problemas económicos y mil problemas más a causa de esta pandemía.
Desde el lugar donde estemos, analicemos, tengamos empatía con los demás, seamos responsables y cuidémonos entre todos. Hoy podes decidir, capaz mañana la tormenta te sorprenda y te deje sin opciones.