Hagamos un viaje a través de los distintos tipos de Duelos. ¿Es algo inevitable en la vida? ¿Tiene etapas? ¿Existe la muerte en vida, o algo parecido?
«Todo el mundo muere» Se titula el último capítulo de la mítica serie House M.D. Ciertamente, y por encima de todo, la muerte es parte natural del ciclo de la vida. Afrontar que todo tiene su mortalidad no nos ayuda o significa que no dolerá cuando eso suceda. No obstante, ese reconocimiento de la muerte como algo natural hará que surja un fortalecimiento psíquico y abracemos una disposición filosófica (Algo así como un modo de pensar, de vivir).
La muerte física nos angustia porque también lloramos por nosotros. Las vidas de esas personas nos iluminaban y ya no lo harán. Había amor mutuo. De repente no amamos tanto ni tampoco nos aman tanto. Se pierde una relación. Hay recuerdos pero no una conexión emocional inmediata. Descartes se olvidó cuando concluyó: «Pienso, luego existo». Omitió el aspecto social en la vida humana: «Otros piensan en mí, luego existo». Thomas Hobbes decía que los humanos somos dotados de amor propio. La pérdida lo confirma. Nuestro llanto es, primero y sobre todo, por nosotros. Eso no es malo ni es egoísmo. Cuando alguien muere tenemos que dejarlo marchar. Atesorar los recuerdos y buscar consuelo.
La Psiquiatra Suiza Elisabeth Kubler-Ross señaló cinco fases del Duelo. La negación no es un mecanismo de defensa si no más bien una etapa. Cuando ella fracasa, aflora la ira. Quien está duelando siente que es invadido/a por la injusticia. «No es justo», «No me lo merezco». La negociación, señala la profesional, es cuando la pérdida se acepta pero se retrasa. Se intenta ganar tiempo estirando algo que es imposible de estirar. La depresión es cuando se asume que ya no puede hacerse nada. Admite, asume, que el objeto amado no volverá. (Hablaremos de eso más adelante). Allí se evita salir, dialogar, etc. La psiquiatra señala que no se debe molestar a esa persona porque está asumiendo la pérdida, no tapándola. La última etapa es la aceptación. Quien vive sabe que no puede hacer nada. No vale la pena seguir luchando por mantener con vida a quien murió o «convencer» a alguien que decidió irse.
Cuando somos arrojados al Duelo quedamos sumergidos en la desolación. El escenario es oscuro. No es porque no hay luces, solamente no las encontramos. Sabemos que necesitamos ayuda pero no cómo articularla. No tenemos idea qué queremos. La ausencia de quien amamos duele. Pero quizás también lo haga su presencia. La corriente de emociones es enorme y carecemos de una centralidad que nos de cordura. Los detalles ajenos se agradecen con el alma.
A veces no es obligación exigir a quien está duelando que nos cuente algo. A veces, diciendo «Te acompaño, pienso y quiero. Acá estoy», es mejor y menos condicionante que un «¿Cómo estás?»
La muerte en vida
El duelo más desolador es cuando entendemos que no hay vuelta atrás. Que quien murió no vive más entre nosotros. Quien se fue ya no volverá. La muerte en vida. Esa persona existe pero ya no como la conocemos. Es diferente, es otra. No se ríe de nuestros chistes y comienza a vernos de manera menos especial. Como si fuésemos analizados por un microscopio. Ya no nos recuerda. No nos reconoce. A pasado a no recordarnos ni aun en las cosas que nos mantenían en unidad. Existe experimentar la muerte aunque no implique pérdida física, éste es un caso
De nada tiene sentido negociar la pérdida. Cuando se sabe inevitable o determinante, deambular por los pasillos que mantienen vivas a esas personas sólo lo hace de manera fantasmal. Vive, sí, pero lo hace en mi cabeza. No te quiero allí, te quiero a mi lado. Pero eso no ocurre no ocurre, y no puedo -ni quiero- exigirte otra cosa. Ya no estás, física o emocionalmente. Debo atesorarte, recordar nuestras alegrías y buscar consuelo.
Ninguna teoría post muerte está comprobada. Debemos considerar distintas posibilidades y adoptar la que nos resulte más valiosa. Quien desaparece aún vive en nuestros corazones. Cuanto más cerca estemos de alguien, más nos dolerá duelarlas. Cuando dos personas se convierten en una, están reducidas a media persona. Nadie se siente incompleta mientras está la otra, pero ninguna puede ser un todo sin la otra. La muerte genera vacío. Pienso que es clave amar sin un apego egoísta. La persona afligida durante mucho tiempo por la pérdida de quien ama está mas afligida más por su apego que por amor. Tenemos que abandonar nuestro apego. Podemos amar a alguien mientras esté, y amar su recuerdo cuando no lo esté. Reírnos de algo gracioso que nos dijo o llorar porque ya no está. Encontrar en la simpleza de la vida cotidiana, de la naturaleza a esa persona que alguna vez nos amó, o nos ama. En otra vida o en ésta. No lo sabemos. Pero honrémosla bien.