Husmear en la Edad Media siempre resulta fascinante, más aún si nos topamos con mujeres lúcidas y potentes fracturando una sociedad pétrea para cambiar sus vidas. Estas chicas medievales dejaron tantos rastros de su ideario, que constituyen verdaderas fortalezas ideológicas, artísticas, religiosas y edilicias. Atrapadas en la asfixiante y severa masculinidad de esos tiempos, encontraron la manera de librarse de un destino inexorable : matrimonio o convento. Así que rompieron moldes, enfrentaron al poder y crearon un estilo de vida con reglas propias en una comunidad alternativa. Conocidas como las beguinas, convivieron en una organización espiritual, rebelde, revolucionaria, solidaria, caritativa, independiente y sin hombres. Un movimiento cautivante que se expandió rápidamente por toda Europa.
En el siglo XII, un grupo de mujeres católicas de Flandes y los Países Bajos, hartas del orden establecido, decidieron vivir en comunidad para practicar la fe desde sus dos aspectos fundamentales : la vida contemplativa ( oración ) y la vida participativa (acción ). Puestas en acción, ayudaban a pobres y enfermos por fuera de las estructuras de la Iglesia Católica, a la que no aceptaban por su corrupción y por no reconocer el derecho de las mujeres. Esta actitud de enfrentamiento con la Iglesia y el rechazo a las órdenes de los hombres, las convirtió en el primer grupo feminista de la historia.
Fieles a sí mismas, se convirtieron en una comunidad que vivía unida pero sin ningún tipo de voto o regla que las reprimiese. Se autofinanciaban gracias a sus artesanías textiles, practicaban disciplinas artísticas como música, pintura o literatura. Vivían austeramente en casas que les daba la nobleza o la iglesia misma ya que contribuían a retirar a los leprosos de las calles y a cuidar a los indigentes, algo que resultaba molesto para las clases altas. Las casas de las beguinas, se llamaban beguinajes y tenían una superiora elegida democráticamente por todas las mujeres de la comunidad. Vestían humildes sayos color beige, no exigían votos al estilo de las monjas que quedaban obligadas de por vida, pero mientras vivieran allí, debían hacerlo bajo la promesa de pobreza y castidad. Si alguna quería abandonar el grupo y seguir con su vida, no había ningún impedimento.
La organización contaba con mujeres que intelectualmente estaban por encima de la media. Fueron adquiriendo poder y creando sus propios beguinajes, pero las denuncias por herejía las fue frenando. Hubo un tiempo permitido y un tiempo prohibido. La época en que la Iglesia les permitió accionar, porque la nobleza y algunos párrocos entendían que no había nada de malo en que se dedicaran a hacer el bien. Por ésta razón, las comunidades gozaron de dos siglos de expansión, pero ese auge y su permanente rebeldía ante las autoridades de la Iglesia, desató una persecución que llevó a muchas de ellas a morir quemadas vivas. La verdad es que para ésta época ya no eran bien vistas, primero por su superioridad intelectual y segundo, porque ayudaban sin pedir nada a cambio. Esto despertaba un sentimiento de miedo y rechazo en la sociedad medieval del momento, influenciada por el cambio en la Iglesia que ahora perseguía a infieles y herejes apoyada en el poder de la Inquisición.
Las beguinas tuvieron que replegarse y volver a sus lugares de origen, Flandes y Países Bajos donde trataron de acercar posiciones con la cúpula de la Iglesia para poder sobrevivir. Con el tiempo los beguinajes perdieron su sentido religioso y se convirtieron en refugios para viudas y mujeres pobres, pero no fueron eliminados del todo. Muchos sobrevivieron desde la Edad Media hasta la actualidad, como el de Bélgica, donde pueden vivir según sus tradiciones. La mayoría de los que aún están en pié han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Las beguinas decidieron vivir sin cadenas en un tiempo de cadenas, mordazas y cinturones de castidad. Fueron tan inteligentes y poderosas, que ni el fuego de las hogueras pudo reducir a cenizas al Primer Movimiento Feminista de la historia ni borrar el legado de estas valientes que en tiempos de oscuridad, se plantaron con coraje y determinación ante un mundo castigador, para crear un espacio propio, financieramente autónomo y victorioso, demostrando que era posible vivir sin ser esposas ni monjas y libres de la dominación masculina.
En el año 2.013, falleció en Bélgica, la última beguina del mundo. Se llamaba Marcella Pattyn y tenía 92 años.
Marcella Pattyn
Hasta los próximos relatos…condensados.