La sombra representa, según la psicología analítica de Jung, el lado oscuro de nuestra personalidad.
Se trata de un submundo de nuestra mente donde se contiene lo más primitivo, los egoísmos más afilados, los instintos más reprimidos y ese “yo desautorizado” que la mente consciente rechaza y que sumergimos en los abismos más profundos de nuestro ser.
El psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung fue quien acuñó el concepto de “la sombra” para referirse a esas cualidades personales que no nos gustan o que tememos reconocer. Pero resulta que todos y cada uno de nosotros tiene un lado oscuro. De esta forma, para crecer, evolucionar y convertirnos en individuos plenos debemos echar una mirada a nuestra sombra, reconocerla e integrarla a nuestra vida cotidiana. De lo contrario, corremos el riesgo de que sea nuestra sombra la que nos controle a nosotros.
Hacia 1886 —más de una década antes de que Freud se zambullera en las profundidades de la mente humana— Robert L. Stevenson utilizó un sueño suyo como argumento para escribir la famosa novela “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”. En su sueño, un hombre perseguido por haber cometido un crimen ingiere una pócima y sufre un cambio drástico de personalidad que lo vuelve irreconocible. Así, un científico honorable y bondadoso se convierte en un violento y despiadado personaje cuya maldad iba en aumento. Como muchos conocemos, con el pasar de los años la novela se convirtió en parte de nuestra cultura popular.
Cada uno de nosotros lleva consigo un Dr. Jekyll y un Mr. Hyde; una persona afable en lo cotidiano y otra entidad, oculta, que permanece amordazada la mayor parte del tiempo. Bajo la máscara de nuestro “yo consciente” descansan ocultas todo tipo de emociones y conductas negativas (los celos, la vergüenza, el resentimiento, el orgullo). Este territorio arisco e inexplorado para la mayoría de las personas es conocido en psicología como “la sombra personal”.
Breve introducción a la sombra personal
La sombra personal se desarrolla en todos nosotros de manera natural durante la infancia. Cuando nos sentimos identificados con algunos rasgos ideales de nuestra personalidad (la buena educación, la generosidad, cualidades que además son reforzadas por el entorno que nos rodea) vamos configurando un modelo del «yo» que se erige como un ejemplo a seguir. Al mismo tiempo, vamos desterrando también a la sombra aquellas cualidades que no se adecuan a esa “imagen ideal” que vamos formando (la grosería, el egoísmo, etc.). De esta manera, el ego y la sombra van alimentándose en forma simultánea de la misma experiencia vital.
“Nuestras experiencias infantiles más traumáticas y todo aquello que no nos dejaron ser lo guardamos en un rincón. Con el tiempo, se convierte en nuestra sombra”
Son muchas las fuerzas que contribuyen a la formación de nuestra sombra y determinan lo que está permitido y lo que no. Nuestros padres, familiares, amigos, los maestros, etc. constituyen un entorno complejo en el que aprendemos lo que es una conducta amable, adecuada y lo que es un comportamiento despreciable.
En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por el ego y desterrados a la sombra alimentan ese poder oculto del lado oscuro de cada persona. No todos ellos son rasgos negativos: este misterioso tesoro encierra tanto facetas infantiles, apegos emocionales y síntomas neuróticos como talentos o aptitudes que no llegamos a desarrollar.
Así pues, solo logramos ver la sombra indirectamente a través de los rasgos y acciones de los demás. Por ejemplo, cuando nuestra admiración o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de otro (la pereza, la sensualidad, la espiritualidad) es desproporcionada, probablemente nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo, pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarla de nosotros mismos.
Nuestra sombra personal contiene todo tipo de capacidades sin manifestar, cualidades que no hemos desarrollado ni expresado. Nuestra sombra personal constituye una parte del inconsciente que complementa el ego y que representa aquellas características que nuestra personalidad consciente no desea reconocer y repudia, olvida y destierra a las profundidades de la psiquis solo para reencontrarlas nuevamente en los enfrentamientos desagradables con los demás.
Para identificar tu sombra, intentá hacer lo siguiente:
- Fijate en lo que más te molesta de los demás, en eso que realmente te altera. Esos son aspectos de tu lado oscuro proyectados al exterior.
- Prestá atención a todo aquello que te causa dolor, que te hiere de verdad y no entendés muy bien por qué.
- Observá todo lo que juzgás o criticás exageradamente de otros.
- Intentá reconocer tus actos impulsivos involuntarios que normalmente son dañinos para vos (adicciones, apegos emocionales, etc.).
- Explorá cuáles son las emociones ocultas que has ido reprimiendo a lo largo de tu vida. ¿Qué emoción te cuesta más expresar? ¿Cuáles son las que negás o escondés?
También podemos reconocer la irrupción inesperada de la sombra cuando nos sentimos abrumados por la vergüenza o por el enojo cuando descubrimos que nuestra conducta está fuera de lugar. Pero, en ese caso, la sombra suele retroceder con la misma rapidez con la que aparece porque descubrirla puede constituir una amenaza terrible para nuestra propia imagen.
Es precisamente por este motivo por el cual rechazamos tan rápidamente —sin advertirlas siquiera— las fantasías asesinas, los pensamientos suicidas o la embarazosa envidia que tantas cosas podrían revelarnos sobre nuestra propia oscuridad.
Es frecuente, por ejemplo, que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestras vidas, determinando incluso en ocasiones un giro de 180° y obligándonos a romper viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda, permaneceremos sordos a sus gritos.
Recuperar la sombra
Según el novelista Tom Robbins, “descubrir la sombra nos permite estar en el lugar correcto del modo correcto”. Cuando mantenemos una relación correcta con la sombra, el inconsciente deja de ser un monstruo diabólico. Como señalaba Jung, “la sombra solo resulta peligrosa cuando no le prestamos la debida atención”.
Cuando mantenemos una relación adecuada con la sombra restablecemos también el contacto con nuestras capacidades ocultas. El trabajo con la sombra nos permite:
- aumentar el autoconocimiento y, en consecuencia, aceptarnos de una manera más completa.
- encauzar más adecuadamente las emociones negativas que irrumpen inesperadamente en nuestra vida cotidiana.
- liberarnos de la culpa y la vergüenza asociadas a nuestros sentimientos y acciones negativos.
“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”
Carl Gustav Jung, padre la la psicología analítica