Es bien sabido que nuestra lengua posee una riqueza y extensión indiscutibles. Muestra de ello es la multitud de expresiones populares y refranes que existen en nuestro idioma. Expresiones, frases hechas y dichos que utilizamos de forma habitual en nuestro habla cotidiana, aunque –casi siempre– desconocemos su origen
La lengua castellana está repleta de modismos o frases hechas cuyo origen, en muchos casos, representan todo un misterio. Expresiones populares muy arraigadas en una sociedad y que, en muchos casos, poco o nada tienen que ver con las palabras que la componen. El objetivo de este artículo es develar de dónde proceden muchas de las frases hechas más conocidas, recogidas del uso popular y de nuestra historia.
Alfred López, autor de El listo que todo lo sabe ataca de nuevo: palabras y palabros, un divertido manual que recopila multitud de expresiones, palabras y refranes populares afirma: “Las palabras nacen, crecen, se reproducen y jamás mueren. Puede que desaparezcan durante un tiempo o dejen de ser utilizadas, pero jamás mueren. De un solo término pueden derivar docenas de nuevas palabras que, poco a poco, van formando otras familias y ramificaciones. Y es que una de las cosas más gratificantes que pueden existir es comprobar cómo de viva está nuestra lengua”.
Las frases que usamos llevan inscripta una forma propia y particular con la que nos expresamos. Al mismo tiempo y a partir de ellas se puede conocer los orígenes, los valores y las costumbres de una sociedad, de un pueblo; en síntesis, puede inferirse toda una cultura. Un claro ejemplo de lo peculiar de algunas de estas expresiones es la dificultad de traducir a otros idiomas frases hechas tan populares como “este no quiere mas lola” o “se agrandó Chacarita” o “hacer el caldo gordo”. Todas estas expresiones cobran nuevo sentido una vez que se echa luz sobre su origen.
En este artículo recopilamos un minucioso listado de frases, refranes y dichos de diverso tipo, encuadrados dentro del amplio marco de las expresiones famosas, aprovechando el sentido genérico y generoso que permite ese rótulo. En el proceso de selección se ha procurado que fuesen realmente populares, que tuviesen un uso extendido entre los hablantes de español en general y entre los argentinos en particular, más allá de aceptar que no todo el catálogo presenta el mismo nivel de vigencia o de masividad.
A la pretensión de incluir el presente trabajo en la paremiología −la disciplina que aborda el origen de las expresiones famosas− le agrego mi advertencia en cuanto a que el origen de las frases incluidas pueden ser tan intricado como gracioso (o sorpresivo).
“Las palabras nacen, crecen, se reproducen y jamás mueren. Puede que desaparezcan durante un tiempo o dejen de ser utilizadas, pero jamás mueren. Una de las cosas más gratificantes que pueden existir es comprobar cómo de viva está nuestra lengua”.
Alfred López, autor de El listo que todo lo sabe ataca de nuevo: palabras y palabros
Se terminó la espera. A continuación encontrarán algunos de los refranes o frases más curiosos y cuyo origen quizás ni siquiera conocías…
1. Salvarse por un pelo/por los pelos
Los barcos, uno de los principales medios de transporte en la antigüedad, no solo servían para trasladarse de un puerto a otro (entre países o de un continente a otro), sino para luchar en las guerras y explorar nuevas tierras, además de para trasladar mercancías. Por tal motivo se necesitaba una gran cantidad de personal para trabajar en esas embarcaciones. El problema radicaba en que no todos los marinos sabían nadar y, en muchas ocasiones, por un motivo u otro, podían caer al agua con el riesgo que implicaba. Uno de los trucos para ser salvado era el de ser “agarrado” por el cabello por algún compañero, por lo cual debían dejarse crecer la melena. Este acto originó la famosa expresión “salvarse por los pelos”, más comúnmente usada en singular.
2. No hay tu tía
Es una locución utilizada para expresar la imposibilidad de conseguir un fin concreto o que no hay excusa o salvación para algo o alguien. En realidad este refrán proviene de un error de pronunciación: se confundió la “atutía” de la expresión original con la “tía” (familiar o pariente). La atutía (del árabe tutíyya) era el hollín de óxido de cinc con el que se elaboraban ungüentos medicinales usados para diversas dolencias. Originalmente la expresión “no hay atutía” significaba que no había remedio para curar una enfermedad.
3. No querer más lola
Hace 100 años, en los hospitales de nuestro país se distribuían entre los internados de las distintas áreas las galletitas Lola de Bagley . Por sus ingredientes y la falta de sal, eran consideradas un alimento sano. En ese tiempo se acuñó una frase para los desdichados que fallecían. Se decía: “Este no quiere más Lolas”, así, en plural. Por eso, cuando alguien estaba a punto de fallecer (o, incluso, ya había fallecido), los médicos y enfermeros decían “el de la cama 20 no quiere más Lola”. Si se escucha o se lee esa frase, ya todos sabemos que se está señalando al que abandona una tarea por cansancio o por imposibilidad de lograr su objetivo o al que queda agobiado por los traspiés que le depara el destino.
4. Al pie de la letra
Esta expresión se utiliza para indicar que algo se ha hecho o dicho de un modo escrupuloso y respetando el texto original. Proviene de la locución latina ad pedem litterae, de idéntico significado, que comenzó a utilizarse en la Edad Media. Hasta entonces, prácticamente, todos los libros publicados en Europa habían sido escritos en latín (idioma predominante durante muchísimos siglos); en cierto momento se decidió traducirlos, pero de tal modo que fuesen entendibles y menos técnicos que los originales. Para ello, los glosadores (escribas encargados de realizar las traducciones) ponían bajo cada palabra en latín su traducción para hacerla comprensible para la plebe. Esto se hacía poniendo bajo cada palabra su traducción literal (en este caso, en castellano), dando paso a la citada locución adverbial ‘ad pedem litterae’.
5. A medias tintas
Se puede hacer algo a medias tintas, y en ese caso se estará expresando superficialidad, ambigüedad o una manera vaga de decir o de hacer. Esta locución nació en la época en la que la escritura se realizaba con una pluma que había que mojar en un tintero. Los escribas profesionales ofrecían sus servicios de redactar cartas o manuscritos para otras personas y, para hacer más rentable el negocio, lo que hacían era utilizar una tinta de mala calidad que, además, solía estar rebajada con agua. De ese modo rendía más horas de escritura. El problema surgia cuando, con el paso del tiempo, aquellos escritos se iban borroneando y parte del texto desaparecía o se volvía ilegible.
6. Llorar lágrimas de cocodrilo
Desde tiempos remotos se cree que el cocodrilo llora mientras devora a sus presas, razón por la cual se convirtió en emblema del cinismo universal. Más allá de que se trate de un animal y, como bestia que es, no lo podemos condenar por su supuesta hipocresía. A decir verdad, es real que este tipo de lagarto derrama lágrimas mientras realiza la tarea de masticación, pero no lo hace por una auténtica lástima ni, mucho menos y como se adelantó, por demostrar pena a su entorno, sino porque sus famosas lágrimas son una secreción acuosa que mantiene humectados sus ojos mientras está fuera del agua.
Para completar la explicación, hay que agregar que los cocodrilos tienen las glándulas salivales y las lacrimales situadas en lugares muy cercanos, razón por la cual se estimulan mutuamente con facilidad y ese es el motivo por el cual el animal produce lágrimas mientras come.
7. Estar en Babia
Esta es una de las frases populares más utilizadas a la hora de querer decir que alguien está pensando en cualquier cosa o simplemente “que está en otra”. La provincia española León tiene una ciudad llamada Babia, que era un antiguo lugar paradisíaco donde se solían refugiar los reyes para escapar de la guerra contra los árabes en la época de la Reconquista.
La versión más moderna que se conoce es la siguiente:
«Parece que los reyes de León gustaban, como gente fina que eran, de pasar largas temporadas de verano en Babia, cuando todavía los duques de Luna no habían fijado allí su puesto de mando para expoliar el país. Babia era una región placentera, bien abastecida, bien comunicada, custodiada por gente pacífica e hidalga, leal al rey y, entonces, con buenos cazadores de osos, corzos y jabalíes. Ordoños, Ramiros, Alfonsos y Fernandos se encerraban en Babia muchas veces, huyendo de las intrigas de la Corte y de las ambiciones de nobles y prelados empeñados en instaurar la modalidad feudal. A veces los fieles súbditos leoneses echaban de menos a su monarca ausente, mientras las intrigas repetían: El rey está en Babia.» y con esto daban a entender que Su Alteza no quería saber nada de nada«.
Desde entonces, «estar en Babia» se refiere a un estado psicológico que está entre el «dolce far niente» y el «no quiero saber nada»«.
8. Echar un polvo
La expresión ‘echar un polvo’, como forma vulgar para referirse al acto sexual, es un modismo ampliamente utilizado y cuyo origen tiene dividido a los propios expertos en etimología, si bien la mayoría (entre ellos Pancracio Celdrán en su libro ‘Hablar con corrección’) apuestan a que procede de la costumbre, ampliamente extendida en los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y aristocráticas el polvo de tabaco conocido como ‘rapé’.
Este polvo de tabaco era aspirado por vía nasal, por lo que solía provocar molestos estornudos y para ello, los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de sociedad, se retiraban a otra estancia con la intención de ‘echarse unos polvos a la nariz’. Con el tiempo, esa excusa para ausentarse de la reunión comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces y apasionados encuentros sexuales con la amante de turno, quien esperaba al fogoso caballero en otra sala.
De ahí que, al convertirse en una práctica común, se acabara aplicando el término ‘ir a echar un polvo’ al acto sexual y ello propició que cuando alguno de estos caballeros, en uno de esos encuentros fugaces, estaba copulando con su amada y alguien de la reunión preguntaba por su paradero, siempre había alguien que respondía que se había ausentado para ‘ir a echar un polvo’.
9. Aquí hay gato encerrado
La frase proviene de la costumbre durante el Siglo de Oro español de guardar dinero en bolsas hechas con piel de gato. Todos sabemos que la palabra «gato» se refiere un felino doméstico de cabeza redonda, lengua áspera, patas cortas y pelaje abundante. Sin embargo, acorde a la RAE, esta palabra también significa: «bolso o talego en que se guardaba el dinero». Esta definición nos ayudará a comprender la famosa expresión de «gato encerrado». Aunque la palabra «gato» utilizada para referirse a un bolso no es habitual hoy en día, sí lo fue en los siglos XVI y XVII. En aquella época se puso de moda este término. Además, era habitual que muchas personas llevaran sus «gatos» escondidos entre la ropa o en algún lugar de su casa.
Los ladrones de aquel tiempo cuando asaltaban las viviendas corrían en búsqueda de esos popularmente famosos «gatos» que en algunas ocasiones contenían mucho dinero. Para evitar que esto sucediera, las personas trataban de colocarlos en los mejores escondites. Conociendo este trasfondo histórico, resulta más fácil comprender que la expresión hace alusión a algo que se encuentra oculto o es un secreto. Esto lo podemos ver reflejado en las obras de Miguel de Cervantes Saavedra, Francisco de Quevedo o Lope de Vega, en las que aparece esta expresión.
10. ¡Al tun tun!
Esta exclamación puede ser escuchada muy a menudo en boca de cualquier ciudadano argentino, sin importar su edad, sexo, religión o condición socioeconómica. Por su aspecto tan coloquial parece provenir de los arrabales porteños o de zonas rurales, y hasta parece emparentarse con hacer algo a o andar a los tumbos. Pero nada de todo eso. Esta expresión, a la que se apela para señalar algo hecho de apuro, sin previsión, a tontas y a locas, exhibe partida de nacimiento hace siglos y muy lejos de nuestras tierras. Su raíz parece ser latina (aunque diversos entendidos en la materia no convalidan la hipótesis), y es probable que no haya variado en su sentido original y hasta en su dicción. Se dice que los romanos antiguos decían “Ad vultum tunn”, con la intención de describir algo que se había hecho sin planificación ni cuidado.
11. Ir a llorarle/cobrarle a Magoya
Magoya es el nombre de un ser cuyo origen, historia de vida, locación y demás datos biográficos se desconocen por completo. Pero hay una sola cosa que sí sabemos bien los argentinos: Magoya nunca va a estar cuando lo busquemos, Magoya representa un vacío inescrutable. No lo vimos nunca ni tampoco lo veremos. Solo sabemos que si alguien nos advierte: “No le vendas eso a X, porque nunca paga sus deudas”, lo hacemos bajo nuestra responsabilidad. Y si finalmente X evita pagar lo que debe, alguien nos mandará a cobrarle a Magoya… O sea, a la nada misma. Sobre el personaje llamado «Magoya» sobrevuelan muchas dudas. Hay que decir que no se ha encontrado la verdadera identidad del mismo. Se cree que es un personaje creado por el ingenio popular argentino que representa a una persona cualquiera, como cuando alguien se refiere a Mengano, Fulano o Zutano. Algo similar ocurre con Montoto, otro personaje de la ficción callejera. Lo cierto es que en el ámbito rioplatense, se trata de un apelativo inventado con el objetivo de utilizarlo de manera jocosa en situaciones de la vida cotidiana.
12. Ser de derecha o ser de izquierda
Una historia muy particular es la que dio origen a los términos “derecha” e “izquierda”. En el Senado Romano cuando votaban, aquellos que acompañaban una propuesta con un voto positivo se ubicaban a la derecha de quien presidía la asamblea. Los que, en cambio, daban un voto negativo (o un “Mi voto no es positivo”) se colocaban a la izquierda. De esta manera, se evitaban confusiones y se garantizaba la transparencia del acto, además de que todos advertían con claridad qué votaban cada uno.
La costumbre de que los oficialistas se ubicaran a la derecha en el recinto también se vio reflejada durante la Revolución Francesa. La primera Asamblea General tuvo lugar a fines de agosto de 1789 en el Palacio de las Tullerías, en París. El importante asunto a resolver era nada menos que la continuidad de la participación de la monarquía en las cuestiones de Estado. El sector privilegiado, que era el más moderado, apoyaba el regreso de Luis XVI. En cambio, la clase trabajadora (sentada a la izquierda) quería profundizar la revolución. Aquella asamblea delineó un nuevo sentido para esas palabras. Fuera del recinto, se hablaba de las posturas de la derecha y de la izquierda. Así, en el léxico político, la diferenciación se mantiene: la derecha es más conservadora y la izquierda, mas revolucionaria.
13. No decir ni mu
Como sabemos, la vocal básica, la que un recién nacido podría repetir sin dificultad, es la primera, la A. En cuanto a consonantes, la B también integra el grupo de las sencillas (justamente, balbucear es una forma torpe de hablar), como la P y la M que, combinada con la vocal básica, dio origen al ma-ma que era el llamado de los niños a la madre para ser alimentados. Esto significa que fueron los hijos, a través de sus balbuceos, quienes originaron la palabra “mamá” y, por extensión, “mamar”. En cambio, cuando el niño tiene imposibilidad física de hablar, emite el sonido que es el que nos permite la boca cerrada: mu. De allí surgió la palabra “mudo”. También se replica la idea en la frase “No dijo ni mu”, que quiere decir que no pudo emitir ni el sonido que reproduce un mudo.
14. Salir del closet
La tradición literaria asocia el armario con el lugar en el que la persona guarda sus miedos, inquietudes y encierra todo tipo de secretos inconfesables. Una vez que el armario se abre, todos aquellos secretos ocultos salen a la luz. El origen de esta expresión proviene de la traducción de la frase anglosajona “coming out of the closet”, de donde se origina el concepto. A su vez, deriva de otra expresión anglosajona “to have a skeleton in the closet”, traducida como “tener un cadaver/muerto en el armario”, que significa “tener algo vergonzante que no se quiere hacer público”.
Con el paso del tiempo la sociedad ha vinculado esta expresión con la homosexualidad. En otros tiempos no tan lejanos, en países como España ser homosexual era un tema que debía permanecer oculto. Esta expresión “salir del armario” comenzó a ser utilizada cuando un activista alemán, Karl-Heinrich Ulrichs animó a que el colectivo LGTB hiciera pública su condición sexual. Es ciertamente triste, que esta expresión sea relativamente moderna, ya que “dejar las vergüenzas en casa”, no deja de calificar a la homosexualidad como algo vergonzoso.
15. “Merde” o “mucha merde”
Expresión muy usada para desear suerte en el mundo del espectáculo. Dicen que muchas personas comenzaron a recurrir a este extraño deseo porque decir ¡mucha suerte! produce el efecto contrario. La superstición, una vez más, le ha ganado a la razón. En su origen, tal expresión no revestía cuestiones esotéricas, sino que apuntaba a un hecho muy concreto. Se remonta a los tiempos de la modernidad europea de los siglos XVII y XVIII, cuando la gente asistía a las obras teatrales en carruajes tirados generalmente por caballos. Al terminar las funciones, quienes no habían concurrido al teatro podían deducir si la obra había tenido o no muchos espectadores por la cantidad de excremento (merde) que dejaban los animales. ¡Mucha merde! por esos tiempos, tenía una lógica irrefutable: la presentación había sido un éxito.
16. Hasta que las velas no ardan
Esta frase sirve para expresar tiempo (lo que tarda una vela en apagarse). Frecuentemente se emplea para demostrar que se desea permanecer en un lugar, hasta que no haya luz, o para indicar que un festejo o reunión, duró el máximo del tiempo pensado o permitido.
El origen de esta expresión se remonta a tiempos donde ni la luz eléctrica ni el reloj existían, y fue acuñada de la mano de la profesión más antigua del mundo: la prostitución. En los prostíbulos, al cliente se le otorgaba una o varias velas que se cortaban en tamaños diferentes para medir “los turnos”. El tamaño de cada vela dependía de la cantidad de dinero que pagaba. El cliente debía mantener prendida la vela durante su estadía y una vez que la vela dejaba de arder, su turno culminaba.
17. Levantar la perdiz
En la caza deportiva, cuando se desea cazar una perdiz se envía un perro amaestrado para que la busque entre los pastizales y logre espantarla. En este momento el cazador tiene la mejor oportunidad para dispararle porque está cerca y porque el ave se desplaza en vuelo ascendente a baja velocidad. Se dice entonces que no hay que “levantar la perdiz” cuanto estás advirtiendo o anunciando un asunto que para lograr conseguirlo debería mantenerse oculto o con discreción.
18. Meter la mula
Muy utilizado con el sentido de que engañaron o hicieron trampa a alguien. En la época colonial los carreros llegaban con su carga al mercado y para saber cuánto pesaba la mercadería, subían con su carro a una gran balanza, después se descontaba el peso del carro vacío y así se sabía la diferencia. Pero algunos, en el pesaje, solían hacer que la mula que tiraba el carro pisara un poquito la balanza para agregar algunos kilos, es decir: metían la mula.
19. Tener la vaca atada
Alude a obtener ganancia con facilidad y seguridad, a contar con una fuente confiable de recursos que promete perdurar en el tiempo. Su origen es interesante y pintoresco. Se sabe que Argentina es famosa por su producción agropecuaria, en particular desde que, en el siglo XIX, se impuso el modelo agroexportador. Así fue que una buena cantidad de estancieros se hicieron ricos gracias a contar con vastos territorios en los que se pudo desarrollar la industria ganadera. Reultaba entonces muy común ver a acaudalados criollos viajar con toda la familia rumbo a Europa para descubrir los encantos del Viejo Mundo. Muchos, para su prolongada travesía naviera que podía durar meses, llevaban a su personal de servicio y hasta una vaca de buena raza para obtener de ella la leche diaria para los niños. La vaca, por supuesto, iba atada en un rincón de la bodega del barco, aunque hay quienes aseguran que más de una iba sobre la cubierta. Así nació aquello de tener «la vaca atada».
20. A caballo regalado no se le miran los dientes
La expresión tiene su origen en las ferias de ganado y se relaciona con la evaluación que hacían los expertos cuando miraban los dientes de un caballo. Por la dentadura podían saber cosas como la edad, la salud, la procedencia, el tipo de dieta que ha llevado. O sea, valoraban al animal con solo mirarle los dientes. Este refrán recomienda aceptar los regalos con agrado y sin poner reparo, pues se considera descortés analizar la calidad del obsequio, tanto como resaltar sus defectos.
Dicho sea de paso, el mismo método se aplicaba en épocas en las que existía de forma generalizada la esclavitud humana: a la hora de comprar un esclavo se tenía en cuenta su dentadura. No solo porque daba una idea de la edad, sino porque era una especie de garantía. Cuanto mejor fuera el estado de esa dentadura, más se podía confiar en su estado de salud general. Tal la importancia de las piezas dentales para los que saben interpretarlas.
¿Mientras las leías, se te ocurrió alguna otra?
¿Creés que haya alguna que se me haya escapado y que no pueda faltar?
AGUARDO SUS RECOMENDACIONES Y QUIZÁS HAYA UNA SEGUNDA PARTE…