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Argentina mágica y salvaje: 5 leyendas de aves autóctonas.

Argentina mágica y salvaje: 5 leyendas de aves autóctonas.

Cacuy (Nyctibius griseus)
Autor: Marcelo Ortiz

Desde el inicio de la historia, la relación entre el hombre y la naturaleza ha sido un vinculo que ha marcado fuertemente la trayectoria de las poblaciones humanas, a través de ella el hombre le ha dado forma a sus creencias así como significado al medio ambiente que lo rodea, estos preceptos han ido pasando de generación en generación, arraigándose en lo mas profundo de la memoria colectiva hasta nuestros días. La naturaleza es un todo maravilloso cuya mística se mezcla con la constelación humana y perdura en el tiempo, Argentina se destaca por su amplia variedad de aves y de historias, con una cultura tan rica y tan mágica hoy comparto con ustedes un listado de interesantes historias que envuelven de maravilla y misterio a algunas aves representativas de la región.

#1 La Tijereta (Jhuguay-Yetapá)

Yetapá (Alectrurus risora)
Autor: Juan Jose Arango

Sucedió hace muchísimos años.

Tupá había decidido que las almas de los que morían y que debían llegar al cielo, lo hicieran volando con unas alitas que Él enviaba a la tierra por medio de sus emisarios. Claro que para los mortales esas alitas eran invisibles.

Una vez que el alma llegaba al ibaga (cielo), Tupá destinaba esa alma a un ave que Él creaba con tal objeto, de acuerdo a las características que hubiera tenido en vida la persona a quien pertenecía.

En un pueblito guaraní vivía Eíra (miel) con su madre. Ésta, que había quedado imposibilitada, dependía para todo de su hija, que a su vez se dedicaba a atenderla y cuidarla, ganándose la vida con su trabajo.
Eíra era costurera, y para tener a mano la yetapá (tijera) que tantas veces necesitaba, la llevaba colgada a la cintura, sobre su blanco delantal, por medio de un cordón oscuro.

Muy trabajadora y diligente, a Eíra nunca le faltaban vestidos para confeccionar, de manera que era muy común verla con tela y tijera, cortando nuevos trabajos.
Se hubiera dicho que la tijera formaba parte de ella misma. Por la mañana, al levantarse y luego de haberse vestido, lo primero que hacía era atarla a su cintura teniéndola pronta para usarla en cualquier momento.

Viejecita y enferma como estaba, y a pesar de los cuidados que le prodigara, la madre de la laboriosa Eíra murió una noche de invierno, cuando el frío era muy intenso y el viento soplaba con fuerza. Grande fue la pena de esta hija buena, dedicada siempre y únicamente a su madre y a su trabajo.

Desde ese momento quedó sólo con su tarea, a la que se entregó con más ahínco que nunca tratando de distraerse, porque su pena era muy intensa y la desgracia sufrida la había abatido de tal forma que perdió el deseo de vivir. La tijera así suspendida acompañaba el ritmo de su paso y brillaba el reflejo de la luz, cuando la costurera se movía de un lugar a otro. No mucho tiempo después de la muerte de su madre, la dulce y sufrida costurera enfermó de tristeza y de dolor, tan gravemente que no fue posible salvarla.

Eíra había sido siempre buena, excelente hija y laboriosa y diligente en sus tareas, por lo que Tupá llevó su anga (alma) al cielo. Allí creó para albergarla un pájaro de plumaje negro, con la garganta, el pecho y el vientre blancos. Omitió los matices alegres y brillantes considerando que su vida había sido humilde, opaca y oscura, aunque llena de bondad y sacrificio.

Cuando Tupá hubo terminado su obra, Eíra se miró y miró a Tupá como intentando pedirle algo. El Dios bueno, que conoció su intención, dijo para animarla:

-¿Qué deseas, Eíra? ¿Qué quieres pedirme?

Conociendo la amplia bondad de Tupá, comenzó humilde y avergonzada a pedir… ¡ella que jamás había pedido nada!

-Tupá… Dios bueno que complaces a los que te aman y respetan… yo desearía…
-¿Qué es lo que quisieras, Eíra?
-Tú sabes que durante toda mi vida sólo al trabajo me dediqué y quisiera tener un recuerdo de lo que me ayudó a vivir…
-Dime, entonces… ¿qué es lo que deseas?
-Yo desearía tener una tijerita que me recordara la que tanto usé en mi vida en la tierra y que contribuyó a que sostuviera a mi madre…

Encontró Tupá muy de su agrado el pedido de la muchacha, por la intención que lo inspiraba, y tomando las plumas laterales de la cola las estiró hasta dar a la misma la apariencia de una yetapá, como lo deseara la costurera, otorgándole, además, la propiedad de abrirla y cerrarla a su voluntad, tal como hiciera durante tanto tiempo con la de metal con que cortara las telas.

Por la semejanza, precisamente, que tiene la cola de esta ave con la tijera, la llamamos Jhuguay-Yetapá (tijereta). (Jhuguay: cola –Yetapá: Tijera)

Fuente:
Diccionario de Mitos y Leyendas – Equipo NAyA

#2 El pitaguá (Benteveo)

Benteveo (Pitangus sulphuratus)
Autor: Marcelo Wioneczak

“Por aquel entonces -cuenta Lázaro Flury-, en las tierras del patriarca Guaraní, apareció el PITAGUA. Venía de quién sabe que extrañas latitudes como vigía de una invasión.”

“Los guaraníes le llamaron ‘pitagua’ (extranjero) y los augures interpretaron en seguida el simbólico significado de aquella aparición el pitagua anunciaba con su estridente canto la llegada de los ‘hombres de hierro’ a los dominios del Guaraní.”

“Día y noche el fatídico pájaro merodeaba por los toldos, para predecir una y otra vez que extranjeros en tren de conquista y dominio se acercaban cada día más.”

#3 El colibrí

Colibrí

Fuerte y bravo como el yaguareté, esbelto como los juncos de los esteros, ágil como los venados del llano, el joven guerrero Mainumbí, consciente de sus atributos físicos, sentía placer en atormentar a las cuñataíes de la tribu, prometiéndoles amor y abandonándolas después.

Un día su padre le dijo que precisaba constituir una familia pues era esa la costumbre de su pueblo.

Mainumbí dijo que no había encontrado aún la mujer que mereciera su amor y Tupã, oyendo tanta soberbia, decidió darle al indio su castigo. Estaba , como todas las noches de luna, contemplando su sombra, cuando se le apareció la mas bella criatura que hubiera imaginado, que parecía más una flor que una persona, de la cual inmediatamente se enamoró.

La criatura echó a andar campo traviesa y corrió hasta el amanecer, en que quedó aún más bella. Se detuvo en un lugar lleno de flores y le dijo a Mainumbí que cerrara los ojos un momento. Cuando los abrió de nuevo la doncella había desaparecido pero se oía su voz diciendo:

– Tupã me há convertido en una de las flores que aquí ves. Y tú ya no eres un indio sino un pequeño pájaro, el más hermoso acaso de todos los que existen. Tu castigo, por presuntuoso, será buscarme entre esta infinidad de flores y luego entre cuantas otras sigan dando en esta tierra.

(Extraído del libro “Leyendas y supersticiones” de Serafin J. Garcia, publicado por Ed. Mosca Hnos, Montevideo, 1968. Primera Parte: Leyendas Americanas)

#4 El Hornero

Hornero (Furnarius rufus)

Una de las leyendas de este pájaro dice que “el hornero era un bravo cazador, que vivía en apartado lugar, sólo con su padre. Amaba el joven a una muchacha cantora que conociera en una de sus excursiones, pero llegado a la edad juvenil tuvo que someterse a la triple prueba de virilidad que era obligatoria en su tribu. El triunfador obtendría la hija del cacique como prenda.

Para ello debía vencer en dos carreras, una a pie y otra nadando y luego someterse a la prueba del ayuno. Esta consistía en estar encerrado, inmóvil entre cueros y sin tomar más que líquido durante nueve días. Cuenta la tradición que el bravo cazador triunfó en todas las pruebas, pero se demoraron en ir a sacarlo del saco de cuero. Cuando lo hicieron comprobaron que se achicaba hasta convertirse en un pequeño pájaro de plumas apagadas. Y desde su lugar de encierro voló hasta la cima de un lapacho, donde lanzó su primer y melodioso canto, renunciando de este modo a la hija del cacique. Pero, con el tiempo, aquella muchacha también se convirtió en ave y voló a hacerle compañía” (De la Peña, 1983)

#5 El Cacuy

Cacuy (Nyctibius griseus)

Dicen que en el monte vivían dos hermanos. Pero mientras el se desvivía por atenderla y hacerla feliz, ella totalmente indiferente, parecía gozar haciendo daño a su hermano. A veces, hosca y huraña, lo privaba hasta del placer de su compañía. Un día, cuando el volvía cansado y sediento del monte, ella derramó el último bote de miel que tenían.

Harto de soportarla, la invitó al monte, a buscar un nuevo panal que había encontrado. Ella (inexplicablemente) aceptó. Al llegar a un árbol muy alto, él le dijo que debía taparse la cabeza, pues había peligro si las abejas andaban cerca. Ella sumisa y embozada, comenzó el ascenso antes que su hermano. Cuando llego a lo más alto del árbol, él, simulando que ascendía, fue bajando mientras desgajaba totalmente el tronco. Cuando pasó el tiempo y ella, quitándose la manta, se dio cuenta de la trampa en que había caído, comenzó a llamar a su hermano;¡Turay! Al verlo que se alejaba le gritó :¡Cacuy …Turay! (detente párate hermano).Pero él no regresó. Y mientras la noche envolvía al monte con su manto de negrura, ella se convirtió en pájaro que gime, llamando aún a su hermano.

Sin lugar a dudas en la naturaleza hay espacio de sobra para todo, sobretodo para sorprendernos, aprender de la cultura y folklore que envuelve a la fauna y flora que nos rodea nos enseña a apreciarla desde otra perspectiva, como todo acto de amor, apreciamos todas las facetas de aquello que amamos. Actualmente estas aves se encuentran bajo distintos niveles de amenazas, acabar con ellas es acabar con nuestra historia y definitivamente preservarlas es preservarnos a nosotros también. Deja mucho que pensar ¿O no? ¿Quisieras seguir descubriendo la mística de la naturaleza? ¡comenta abajo para mas historias!

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